La formación del Museo Municipal de Bellas Artes de Bahía Blanca no fue un proceso lineal ni el resultado de un conjunto de hechos aislados o el producto solo de iniciativas locales. Esta institución, que el año próximo cumple 90 años, tuvo en su origen varios condimentos que merecen ser reconstruidos, por las particularidades que presentó el caso y por los conflictos que atravesó en su período fundacional.
El proceso de creación del Museo Municipal de Bellas Artes guarda en su historia la memoria de otras instituciones públicas creadas al calor de personajes o grupos particulares. Agrupaciones como La Peña o momentos claves como la celebración por el Centenario fueron una parte inicial en este proceso de institucionalización artística en la ciudad.
La Comisión Municipal de Bellas Artes (CMBA) (1930 – 1946) fue el primer paso en términos formales. Estaba integrada por profesionales que detentaban un cierto prestigio en sus ámbitos de sociabilidad, al igual que otras instituciones culturales de la ciudad y de otras del país que nacieron en las primeras décadas del siglo XX. El presidente de la CMBA y primer director del Museo de Bellas Artes, Enrique Cabré Moré (1903 – 1984) era arquitecto e ingeniero, con una importante empresa constructora en sociedad con Manuel Mayer Méndez. En 1943 creó el escudo de la ciudad y fue director del Museo y Archivo Histórico Municipal desde ese año hasta 1951. Lo acompañaron en la CMBA, Antonio Gerardi, como secretario, y Alfonso Sica Bassi, Eduardo Palavecino y Francisco Cervini, como vocales. El primero era concejal por el Partido Conservador y también se dedicaba a la construcción. Los vocales eran escribanos y Cervini, abogado. Ninguno se dedicaba a la actividad artística. Lo más cercano a esos ámbitos eran las actividades ligadas a la construcción, que por esos años vivían un período de esplendor. Así y todo, organizaron el Primer Salón Municipal de Arte.
Este Salón tuvo como fecha de inicio el 11 de abril de 1931, en el marco de los festejos por un nuevo aniversario de la ciudad. El evento no solo fue un importante incentivo para la difusión del arte local, sino también un foco de atracción a nivel nacional. La composición del jurado era reflejo de este esfuerzo. Allí estuvieron Atilio Chiáppori, director del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) Pio Collivadino, director de la Academia Nacional de Bellas Artes, y los reconocidos artistas capitalinos Fernando Pascual Ayllón y César Sforza, junto al artista local, Atilio Sica Bassi.
Por otro lado, la cantidad de obras que se exhibieron en este Primer Salón demuestra que fue altamente convocante. Se recibieron un total de 176 obras, de las cuales 67 eran parte del concurso y el resto solo para su exhibición. Esta distinción se correspondía a lo establecido por el reglamento: si bien podían participar artistas de todo el país y del extranjero, solo accederían a los premios, artistas y aficionados con domicilio en la ciudad y residencia mínima de un año. Además, determinaba que solo las obras premiadas podían ser adquiridas para formar parte del Museo Municipal. Esto hace suponer que existía un interés por conformar un patrimonio que tuviese de base obras de artistas locales.
Sin embargo, el auspicioso panorama que dejó el Primer Salón no tuvo su correlato en la tarea de recolectar obras para la colección patrimonial. Al momento de oficializar su inauguración, no se habían recibido grandes donaciones y la CMBA no contaba con presupuesto para realizar compras. Los premios del Salón – el bronce Cabeza de niña de Manuel Mayer Méndez y los óleos Casas de Juan Carlos Miraglia, Puente de Viedma de Domingo Pronsato y Día de sol en Patagones de Ezio Rovere Maldini – se adquirieron gracias a ayuda económica que recibió de la Comisión Hijos de Bahía Blanca, el Club Argentino, el Club Español, el Centro Arquitectos, Constructores y Anexos y el propio Cabré Moré. Con ese dinero, además, pudieron hacerse de dos obras exhibidas fuera de concurso en el Primer Salón: un cuadro de Italo Botti, Una calle de Buenos Aires (1930) y otro de Lorenzo Gigli, Una comida en el campo (1928).
Contrariamente a lo que sucedió con otros museos públicos del país, fundados entre fines del siglo XIX y las primeras décadas del XX, donde las donaciones de obras y objetos de coleccionistas privados fue fundamental en sus orígenes, el Museo de Bahía Blanca solo contó con tres obras que ingresaron por esta vía. Luego de ser exhibidas en el Primer Salón Municipal, César Sforza dejó su escultura, Viejo pastor (1931), Domingo Pronsato un óleo de su autoría, Arroyo San Bernardo (1930) y consideramos que también Cabré Moré donó en esta oportunidad un grabado de Francisco De Santo, Elevadores de granos (Río Santiago) (s/f). De esta forma, el Museo Municipal iniciaba su colección con nueve obras.
Frente a este pobre acervo, se recurrió al MNBA, que ya venía colaborando con otros museos de arte del país, para que facilitara obras de su patrimonio en calidad de préstamo. Pero las obras, que Cabré Moré reclamó una y otra vez, no llegaron para la muestra inaugural. El día de 2 agosto de 1931, se oficializó la creación del Museo Municipal, en un edificio de la primera cuadra de la calle Belgrano, donde había funcionado una comisaría, que fue acondicionado para su nueva función.
La exposición inaugural se organizó con obras que prestaron algunos particulares y artistas bahienses. En la sala de los artistas locales, fueron invitados a participar Ezio Rovere Maldini, Domingo Pronsato, Alfredo Masera y Tito Belardinelli y el caricaturista Eduardo J. Pérez mostró algunos de sus dibujos.
Las veinticuatro obras de propiedad particular fueron ubicadas en otra sala. El conjunto de estas obras mostraba una preferencia por el arte español y por el arte europeo en general. La representación argentina se limitaba a las firmas de José Soto Acebal, Ceferino Carnacini y Carlos Ripamonte, y no existía ningún artista de la ciudad o de la región. En cuanto a las firmas extranjeras, podemos destacar la presencia de Joaquín Sorolla, Federico y Raimundo Madrazo, Angel Cabanas Oteiza, Giuseppe Barbaglia, Pierre Comba, entre otros.
El carácter europeizante de este conjunto habla del interés de esas “familias distinguidas” por el viejo mundo, que también era compartido por los artistas locales que prestaron obras de su colección y no de su autoría. Por ejemplo, Juan Carlos Miraglia prestó una obra de autor inglés (anónimo) y el cónsul francés Luis Dumortier, quien había participado con dos obras en el Primer Salón Municipal, llevó tres obras de su país y otra de origen española. Por otro lado, Domingo Pronsato y Ezio Rovere Maldini, además de participar con obras de su autoría en la sala destinada a artistas locales, también prestaron obras de dos italianos: el primero la obra de Barbaglia y el segundo de Pompeo Randi. Una cuestión llamativa de este evento fue que, en esta misma sala, se exhibieron las obras patrimoniales del Museo Municipal, pero ninguna de ellas se incluyó en el catálogo de la muestra y solo el diario El Atlántico mencionó que estuvieron expuestas.
Con el Museo hecho realidad, se cerraba una etapa. Pero las cuestiones que implicaban (e implican) sostener una institución pública, abrieron otra etapa. A la falta de un edificio acondicionado para guardar obras y a un presupuesto adecuado, se sumaba la falta un número significativo de obras patrimoniales, que imposibilitaba la idea de mantenerlo abierto al público. Por este motivo, el préstamo del MNBA se convirtió en una de las principales metas en sus primeros años de vida. Y cuando por fin arriba el préstamo, se celebró la reinauguración del Museo Municipal y así se inició una nueva etapa, en otro edificio y con el aval de la institución madre.
Lic. Patricia Basualdo
CONICET / CIAP Tarea / UNSAM
1 Sobre este tema ver el trabajo de Diana Ribas, (2012), “¿Cuánto se paga en Pago Chico? La circulación de arte en Bahía Blanca (1928-1940)”, en Baldasarre, M.I. y Dolinko, S. (ed.). Travesías de la imagen. Historia de las artes visuales en la Argentina, Buenos Aires, Eduntref, vol. II.
2 César Sforza fue el escultor que realizó el Monumento a los fundadores de Bahía Blanca (1931). Ver Diana Ribas, (2011), “El monumento a los fundadores de Bahía Blanca (1928-1931)”, en Seminario Internacional sobre Arte Público en Latinoamérica. Arte público y espacios políticos: interacciones y fracturas en las ciudades latinoamericanas, Vitória, Belo Horizonte, C/Arte, vol. 1, p. 270-279.
3 Por ejemplo, el Museo Nacional de Bellas Artes, el Museo Histórico Nacional, el Museo Provincial de Bellas Artes de La Plata, Museo Municipal de Bellas Artes “Juan B. Castagnino” de Rosario, entre otros.
4 Ver María José Herrera, “El Museo Nacional de Bellas Artes y su proyección nacional, 1911 – 1943”, en Baldasarre, M.I. y Dolinko, S. (ed.) op. cit., pag. 531.
5 Carta de Enrique Cabré Moré a Domingo Pronsato, 1 de septiembre de 1966, Archivo Cabré Moré.
6 “Fue inaugurado ayer el Museo Municipal de Bellas Artes”, El Atlántico, Bahía Blanca, 3 de agosto de 1931, pag. 4.