Bordados de Aldana Tellechea
sobre poemas de María Belén Sanchez
Fe
Humedecer el hilo
adelgazar la hebra
mirar por la aguja
y confiar en
el otro lado.
Que el bordado es una forma de lenguaje, lo confirman las mujeres que lo han utilizado desde siempre para hablar sobre sí mismas y comunicarse entre ellas. Su constelación de grafismos, figuras y símbolos transmitió información y construyó comunidad, ya sea como idioma secreto, ya sea como recurso de alfabetización para las que no tenían acceso a la escritura o para las que, teniéndolo, eligieron el bordado como medio para validar su presencia.
El traspaso de esos saberes de mujer a mujer fue también la cesión del consentimiento y el coraje para buscar la propia voz, para hallar en la densidad de los hilos, en su complejidad de texturas y en el surtido de sus colores, la tan deseada como inasible identidad.
La de la aguja es una lucha que busca terminar con las desigualdades que replegaron históricamente a las mujeres al espacio doméstico, que vincula al arte y al feminismo con los tiempos sociopolíticos, que genera discurso y promueve la acción. Una lucha suave al tacto, pero de puntadas firmes, una lucha vehemente de palabras hiladas en verso.
Aldana Tellechea y María Belén Sanchez coincidieron en esos caminos: una misma fuerza, un mismo ideario, un bastidor compartido.
Cuando se editó Costuras, el libro de Belén, el colectivo textil lo hizo suyo. Muy pronto sus poemas breves y sutiles, pero con la vitalidad como para desbordar el costurero, circularon en tardes de bordado y clases de arte. Fueron, y seguirán siendo, el comienzo y el cierre de encuentros de mujeres y disidencias, confortadas al vislumbrar en esos textos sus propias emociones escritas con la sedosidad y el brillo de los hilos.
Aldana fue más allá. Con destreza, y confianza en el otro lado, fue bordando uno a uno los poemas de Belén: dando forma y figura a sus versos, otorgando a cada gesto un punto, una tensión, una tonalidad. Materia que se disipa en puntadas o se aglutina en texturas de algodón. Pero, sobre todo, trajo al campo visual la centralidad del cuerpo y la tactilidad de la piel. Hay remiendos visibles, agujas incisivas, relieve de cicatrices, flores para curarse.
Así fue como ambas iluminaron este diálogo.
En el vaivén sostenido de las manos, la acción se concentra en la punta de los dedos, se focaliza en el aquí y el ahora. Entonces, es cuando el bordado enhebra un poema y el cuerpo todo se hace tela.
Viviana Debicki
Inaugura: Sábado 02 de agosto – 19 hs. Biblioteca Rivadavia.
El horario de visita es de jueves a sábado de 17 a 20 hs.