¿De qué sirve un museo si no se desarma y arma cada vez?

 

¿De qué sirve un museo si no se desarma y arma cada vez?

Hace unas semanas chicas y chicos de la Escuela normal superior trabajaron en el montaje de «Italia Inquadra». El grupo se implicó en el diseño y montaje de la muestra, en un proyecto que articula escuela, museo y consulado italiano. El resultado está a la vista y se lo puede apreciar en estos días. Las obras están sobre la pared, los criterios de montaje y lectura de la muestra están para descubrir y repensarse, si acaso, estimado visitante atraviesas nuestra puertas. 

Por otro lado, los proyectos Envión de la ciudad en distintos momentos están visitando y participando del museo. No pareciera haber a priori una perspectiva de antemano o un proyecto armado que deba desarrollarse. O sí.  Los chicos y chicas de envión llegan al espacio para apropiarselo, para liberar la energía de la curiosidad y en todo caso, descubir o poner a funcionar intereses concretos y particulares: uno quiere programar un juego, otros armar instrumentos caseros, por allá quieren hacer una maqueta. Otros se preguntan qué hacen acá y cuestionan todo. Por supuesto. La responsabilidad está en fortalecer y acompañar esas energías. Bueno, ¿acaso no es esa la función de lo público?

El hilo rojo entre un proyecto y otro, entre las ganas de hacer una guitarra con latas y el montaje de un retrato italiano es la libertad de hacer, de apropiarse del museo, de construir y reconstruir lo público junto a otros y otras. Una pared de museo que se pinta y despinta, obras que suben y bajan, ideas que circulan, sueños, algún naranjazo contra las ventanas. Un museo abierto juega en ese borde.  Armarse y desarmarse es un riesgo: aparecen los puntos de fuga, las derivas, lo que se escapa. Pero en ese desborde, desde ya, hay una potencia que atender. ¿Acaso la muestra «Italia Inquadra» es la misma luego de esto?

 

Leandro Beier

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